Mantener vivo el Sistema Vial Andino sería una tarea impensable sin el aporte cotidiano de miles de mujeres peruanas: comuneras, artesanas, investigadoras, profesoras y obreras que, con pasión y liderazgo, aseguran la conservación y el uso social de la mayor obra de infraestuctura del mundo prehispánico. Unas se dedican a registrar cada tramo del camino con la paciencia y el rigor científico que la tarea exige, o gestionan los sitios asociados al Qhapaq Ñan, logrando alianzas con autoridades locales para el cuidado y la promoción responsable del patrimonio arqueológico. Otras investigan quipus, piezas de cerámica o momias, o dialogan en quechua o aimara con las comunidades aledañas a las rutas para garantizar una gestión democrática de los recursos. Todas integran creativamente el Gran Camino Inca a sus vidas, convirtiendo el legado de nuestros antepasados en un aliciente para mejorar las condiciones de vida de los peruanos.
Fortunita Gamboa Ñaupas es comunera de Vilcashuamán, Ayacucho, y operaria del Proyecto de Tramo Vilcashuamán – Sangalla del Proyecto Qhapaq Ñan desde 2017. Su trabajo en las tareas de conservación del Sistema Vial Andino es considerado ejemplar por sus compañeros, quienes resaltan su disciplina y dedicación. “Algunos dicen que las mujeres no trabajamos igual que los varones”, apunta Fortunita. Pero responde, con orgullo: “Yo llevo carretillas, hago excavaciones. Si hay que tallar piedra, yo tallo. Trabajo con paciencia. Si encuentro huaquitos, trabajo despacio, sin romper”. Ella sabe que su labor es valiosa, pues contribuye a mantener en pie una ruta cargada de historia. El trazado empieza en la ciudad de Vilcashuamán, un importante centro administrativo inca, y termina en La Centinela, en Ica, donde aún se encuentran grandes edificios construidos por los chinchas y los incas. La ruta no solo conecta sitios arqueológicos imponentes como Intihuatana de Pomacocha, Inkawasi de Huaytará y Tambo Colorado, sino que además ha sido el escenario de momentos trascendentales en la historia del continente. Fue usada por tropas indígenas y españolas en el siglo XVI, durante los levantamientos anticoloniales liderados por Manco Inca, mientras que en el siglo XIX sirvió para el avance del ejército libertador en su camino hacia Pampa de la Quinua, en Ayacucho, donde se libró la batalla que puso fin al dominio administrativo español en América del sur.
Prudencia Valeriana Gutiérrez forma parte del equipo del Proyecto Integral Huaycán de Cieneguilla desde 2007. Destaca por su responsabilidad y especialización en los trabajos de conservación del sitio arqueológico, así como por su liderazgo positivo, que es reconocido por sus compañeros. “Cuando entré a trabajar a Huaycán había muros a punto de caer”, recuerda Prudencia. “Salvarlos para mí fue muy interesante, porque eso queda como una herencia para nuestros hijos y nietos”. Aquellos muros son portadores de un enigma que aún no termina de ser resuelto. De ocupación Yschma e Inca (900-1450 d.C.), Huaycán de Cieneguilla fue sede del curacazgo de Huaycán, uno de los principales centros religiosos y políticos del Chinchaysuyo, donde se rendía culto al dios Pachacámac. Con una extensión de 18 hectáreas, es una verdadera ciudadela, cuyos diversos conjuntos de edificaciones están articulados a través de pasajes y calles. Se ha sugerido que los frisos de diseños figurativos y geométricos que decoran algunos de los muros representarían un calendario lunar, aunque las investigaciones siguen en curso. El sitio incluye también estructuras funerarias y plazas donde se llevaron a cabo actos ceremoniales. El estilo de las construcciones es predominantemente yschma, pero el rastro de la ocupación inca es aún perceptible en algunos detalles asociados al estilo arquitectónico imperial: pasajes estrechos, una pileta construida en piedra tallada y características ventanas trapezoidales que abren sobre una impresionante vista del valle de Lurín.
Lourdes Aquije Solano es egresada de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, actriz de teatro y una destacada para deportista. Campeona Nacional de Para Atletismo 2017 y Subcampeona 2018 y 2019 en las pruebas de velocidad de 100 y 200 metros planos, ha sido nominada como Deportista Revelación Damas 2019 por la Asociación Nacional Paralímpica del Perú. Es también miembro del Primer Comité Inclusivo del Proyecto Qhapaq Ñan, que viene trabajando para que el Sistema Vial Andino sea accesible a las personas con discapacidad visual. “Hoy hablamos mucho de inclusión. Pero eso no debe quedar en palabras: debemos actuar", señala Lourdes. "Por eso me parece tan valioso que el Proyecto Qhapaq Ñan cuente con circuitos arqueológicos habilitados para personas como yo”. El primer circuito de este tipo ha sido implementado en Huaycán de Cieneguilla y cuenta con una señalización adaptada para personas invidentes, así como con copias de los característicos frisos de este sitio arqueológico con las que pueden interactuar libremente. Además de Lourdes, el Proyecto Qhapaq Ñan trabaja en coordinación con representantes de organizaciones de personas con discapacidad visual como la Asociación Yo soy sus ojos, el Centro de Educación Especial (CEBE) Luis Braille, el CEBE San Francisco de Asís, la Sala de Lectura y el Telecentro para personas con discapacidad visual de la Municipalidad de San Borja, la Sala para invidentes Delfina Otero Villarán de la Biblioteca Nacional del Perú y la Unión Nacional de Ciegos del Perú.
Epifania Ocaña Aguirre es comunera de Soledad de Tambo, Ancash, y apoya el desarrollo de actividades del Proyecto de Tramo Huánuco Pampa – Huamachuco del Proyecto Qhapaq Ñan desde 2016. Gracias a sus esfuerzos y a su conocimiento de la tradición local, se ha convertido en un importante nexo entre el proyecto y la población aledaña al camino, facilitando procesos de gestión participativa del patrimonio que impactan positivamente en la calidad de vida de su comunidad. “Las mujeres nos sentimos cada vez más alegres cuando trabajamos”, observa Epifania. "El Qhapaq Ñan es para el pueblo”. El tramo que ella contribuye a conservar es uno de los más importantes de la red: forma parte de la ruta principal de la sierra del Perú y, en tiempo de los incas, tuvo un rol estratégico para el intercambio de productos. El trazo inicia en Huánuco Pampa, un gran centro administrativo del Chinchaysuyu, y recorre las regiones de Huánuco, Áncash y La Libertad, culminando en la ciudad inca de Huamachuco. De acuerdo a los cronistas, esta última localidad habría sido una de las casas reales del Inca Guayna Capac. Entre los sitios arqueológicos más importantes del camino se encuentran Taparaco, Tambo de Llata, Soledad de Tambo y Huaritambo.
Kanthy Chávez es comunera de Aguamiro e integrante del equipo del Proyecto Integral Huánuco Pampa desde 2007. Además, miembro fundadora de la Cooperativa Agroturística “Ally Puricheg”, que promueve el turismo rural en torno al sitio arqueológico. “Qhapaq Ñan me enorgullece”, dice Kanthy. “Conociendo la cultura de nuestros antepasados, nosotros podemos avanzar un poco más. Hay que valorar lo que tenemos”. En efecto, el legado arquitectónico de Hánuco Pampa es impresionante, y Kanthy conoce bien el potencial que esconde este sitio. Se trata, quizás, del principal vestigio de la cosmovisión y la planificación urbana inca. A diferencia del Cusco, donde las estructuras originales se encuentran integradas dentro de la ciudad española, aquí es posible observar un centro urbano inca de gran extensión, cuya organización ha sido conservada. La ciudadela está compuesta por más de cuatro mil estructuras que formaban barrios separados por calles y murallas, cubriendo un área de aproximadamente 800 hectáreas. Su construcción se inició durante el reinado del Inca Pachacútec, a mediados del siglo XV, y fue culminada por el hijo del gobernante cusqueño, Túpac Yupanqui. El esplendor de Huánuco Pampa se relaciona con el hecho de que el lugar tuvo una importancia estratégica: se ubica en el eje central del Qhapaq Ñan que comunicaba el Cusco con Quito, permitiendo el control de las poblaciones ubicadas en esta zona de Tawantinsuyu. Entre 1539 y 1542, la capital provincial fue ocupada por el ejército español, que se estableció en la plaza central, donde aún se aprecian vestigios de diversas estructuras que habrían sido utilizadas como dormitorios y cuarteles.
Seneyda Dios Fernández es Presidenta de la Asociación de Viviendas Loma del Viento San Martín, en Tumbes, agente de salud de su comunidad y auxiliar de campo del Proyecto Integral Cabeza de Vaca, en el que trabaja desde 2007. Colabora en la mayoría de actividades del proyecto, ya sea convocando a sus vecinos o sirviendo de nexo entre el equipo técnico del Proyecto Qhapaq Ñan y actores clave de la zona, como centros de salud, autoridades locales o juntas vecinales. “Es muy satisfactorio conocer de dónde venimos", declara Seneyda. Para ella, el objetivo de su labor es "contribuir al desarrollo y al cuidado de nuestra cultura”. El complejo arqueológico al que dedica sus esfuerzos fue alguna vez el puerto para el acopio de uno de los bienes más preciados del mundo andino: el spondylus. Este molusco de valvas espinosas y tonos rojizos, también conocido como mullu, era empleado en rituales relacionados con el culto del agua, la fertilidad y la abundancia. Era traído a Cabeza de Vaca desde el Golfo de Guayaquil para ser distribuido a todo el Tawantinsuyu. De este antiguo puerto se conserva una serie de estructuras de adobe y piedra, entre las que destaca el Templo del Sol, edificios residenciales, almacenes y talleres. En estoz último, los artesanos de la zona tallaban el spondylus con maestría, confeccionando delicados objetos como collares, orejeras o figurillas con representaciones de plantas, animales y personas. Varias de estas piezas están expuestas en el museo de sitio de Cabeza de Vaca, cuya colección también incluye piezas de cerámica, herramientas y armas de piedra.